Gobernar obedeciendo es afirmar cada día que el soberano no es el Estado, que el soberano es el pueblo, que no se manifiesta cada cinco años con el voto, sino que se manifiesta, habla, propone cada día necesidades, expectativas y requerimientos colectivos.
Lo que se le pide al gobernante es sintetizar y unir, porque pueden haber voces discordantes dentro del pueblo. El pueblo no es una cosa homogénea, ¡no señores!, hay clases sociales, hay identidades, hay regiones. El pueblo es muy diverso.
El trabajo del gobernante no es sustituir al pueblo, es armonizar las voces del pueblo, sintetizar en un sólo sentido sus inquietudes. Pero eso no significa que el gobernante sustituya al pueblo.
Gobernar obedeciendo es eso: el soberano es el pueblo y el gobernante es simplemente un unificador de ideas, un articulador de necesidades, y nada más.
Ese es el principio comunitario, pero también socialista y comunista en el sentido fuerte del término de común-unidad. Esa palabra me gusta, no es muy reconocida, pero a los viejos marxistas como Marta y yo nos encanta esa palabra comunismo, que se ha atribuido al diablo.
Comunismo viene de comunidad, de riqueza común, de decisiones comunes, de vida compartida, de bienestar compartido, eso es comunismo.
Gobernar-obedeciendo, poder compartido, no poder concentrado.
Es una frase hermosísima que atraviesa como flecha la sociedad contemporánea, apunta al socialismo, pero tiene más: horizonte común, vida común, riqueza común, felicidad común, democracia compartida, decisiones compartidas, tristezas compartidas, alegrías compartidas, comunismo, ¡eso es!
- Nota: Estas son las palabras finales pronunciadas por el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en Conferencia de Prensa el 28 de noviembre del 2011 en Maracaibo, Venezuela, en el marco del VI Foro Internacional de Filosofía (Transcripción de Marta Harnecker).
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