martes, 26 de enero de 2010

HAITI: LA SOLIDARIDAD NECESARIA

Haiti, la isla de la libertad, ya que ella fue la primera en que liberto los esclavos y proclamo su independencia apenas entrado el siglo XIX.
Tal y como nos lo presenta Galeano en la siguiente cronica, Haiti no solo ha sido desolada por los quebrantamientos y quejas de la madre tierra.
Asi como en epoca de la invasion colonial en los siglos XV y XVI, y por el imperio en el 2004, se cierne sobre ella otra vez la voracidad de la rapaz aguila del norte; cuando el mundo vuelca su mirada y aporta viveres para la supervivencia de quienes soportaron el embate de la madre tierra en sus lamentos, las fuerzas imperiales envian miles de marines, que en sus manos no llevan alimentos, ni frazadas y mucho menos medicinas... Llevan en sus ojos la muerte y la voracidad de la guerra.. les duele que hace unos pocos años, a pesar de su embate militar, no han logrado controlar esa pequeña nacion; ni politica ni militarmente han doblegado un pueblo que, como ya lo dijimos, grito y liberto su territorio mucho antes que cualquier otro...
Solidaridad es hacer de cada hombre un pueblo y de cada pueblo una lucha por su liberacion, diria el Che; y parece que esa es nuestra tarea.. No volver a permitir que ningun pueblo de nuestra america sea transgredido por ningun imperio..
Unidad y lucha...



Haití: La maldición blanca


Por Eduardo Galeano


El primer día de este año 2004, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.


Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud. Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo.

Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia.

Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.

Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo.

Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa.

El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.

De la maldición blanca, no se habló. La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: –¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias? –El anterior. –Pues, que se restablezca. Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.

Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”.

Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro.

El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando.

En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.

A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo.

Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.

En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854. En 1915, los marines desembarcaron en Haití.

Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York.

El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia.

El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública.

La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana.

Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo. Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.

Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza.

Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.
Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar.

Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional.

Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.

Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.

En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.

En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.

Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.


CONFEDERACION DE CONSEJOS COMUNALES "JOSE LEONARDO CHIRINO"
RED NACIONAL DE COMUNEROS
RUMBO AL ESTADO COMUNAL

lunes, 4 de enero de 2010

En el Libro Marta Harnecker un Tesoro Internacional

El aporte de Marta Harnecker en la construcción de las comunas socialistas en Venezuela

La Red Nacional de Comuneros y Comuneras de Venezuela siente especial orgullo de contar con el acompañamiento, sistematización y teorización realizada por la compañera revolucionaria Marta, conjuntamente con un equipo de intelectuales orgánicos comunitarios que hemos impulsado desde nuestras realidades concretas, el largo proceso de creación del nuevo Estado Revolucionario.

La obra y el trabajo incansable de Marta es inconmensurable para nosotros/as, en esta oportunidad queremos destacar los siguientes aportes:

Trabajo pedagógico: Sus libros, talleres, video-debates y en general todos sus documentos facilitan el dialogo de saberes, incentivan la construcción colectiva de teoría y de práctica, lejos de pretensiones academicistas, concibiendo al pueblo como el sujeto fundamental de transformación o transustanciación de la sociedad, en contraposición con la relación sujeto-objeto, propia del método hipotético deductivo.

Crítica y autocrítica: En los procesos organizativos que Marta ha acompañado rumbo a la comuna socialista, ha impulsado la crítica y la autocrítica como ejercicio permanente revolucionario para realizar balances, rectificar los errores y profundizar el proceso, revitalizando la revolución en la cotidianeidad.

Menos intervencionismo más acompañamiento : Es bien sabido que la racionalidad instrumental propia del positivismo, impera aun en el Estado Venezolano, y que “legalmente”, inercialmente o por desconocimiento, se pretende impregnar a las comunidades de esas “ilógicas”, imponiendo paradigmas cuyos valores son contrarios a la historia de lucha, de invención y organización de los pueblos. Una faz de dicha racionalidad es el intervencionismo institucional versus el acompañamiento; Marta ha sabido construir junto a nosotros/as, una relación de respeto a los proceso genuinos de creación popular y a la vez de orientación con su experticia, acompañamiento con su ejemplo de vida y sistematización de experiencias y saberes populares en sus trabajos. La técnica del testimonio ha permitido un dialogo constante de saberes, conocimientos y subjetividades, plasmadas ordenadamente con categorías de fácil comprensión, sin perder la esencia original.

Conocimiento para transformar: Partiendo de una máxima de Marx cuando dijo que “los filósofos no han hecho mas que interpretar de diversas formas el mundo, de lo que se trata es de transformarlo” (Tesis once sobre Feuerbach) o en palabras de Freire “Sí el conocimiento no implica transformar la realidad, no es verdadero conocimiento”, todo el material intelectual de Marta es una herramienta pedagógica para transformar la sociedad, acercando el materialismo histórico y dialéctico a las comunidades, como instrumento para la emancipación.

Ejemplo de vida: Para nosotros/as, Marta no es sólo la investigadora, la famosa escritora, la autora de libros de marxismo y de poder popular, valoramos también su dedicación a los oprimidos, su militancia de izquierda, su internacionalismo, su obra no mercantilizada … su vida en la lucha de los pueblos.

La Red de Comuneros/as en el Homenaje a Marta Harnecker




Acompañamos a Marta en el homenaje realizado al cumplirse 40 años de su libro "Los Conceptos elementales del Materialismo Histórico" después del acompañamiento que ella ha realizado en estos últimos dos años....