domingo, 17 de octubre de 2010

DOCUMENTOS PARA EL DEBATE (1)


El compañero Jose Manuel Rodriguez, comprometido con el proceso revolucionario, nos entrega una serie de 8 documentos para el debate; en esta primera entrega, presentamos los tres primeros como aporte para la praxis.

Que tres erres ni ocho cuartos..!

JM. Rodríguez



El campo de la revolución no ha sido nunca, en ningún lugar, un prado de suaves ondulaciones y serenas reflexiones, es, por el contrario, lo más parecido a un glaciar, en movimiento continuo, lleno de encrespamientos y fracturas, cuyos ruidos telúricos perturba permanentemente cualquier intento de vida calma. Ahora mismo, luego del 26-S, desde ese campo se están desprendiendo toneladas de palabras tratando de dar respuesta al exegético qué pasó. Esta avalancha ha levantado, no podía ser de otra manera, la ola angustiosa del qué hacer. Hasta yo puse mi parte con una brevísima narración que llamé Voces tempraneras, que aportó algunos kilos en ese desprendimiento.


La metáfora del glaciar, en una revolución como la venezolana que se evalúa constantemente en elecciones, nos llevaría a vislumbrar como inevitable su desmoronamiento frente a ese mar electoral. Entiendo que lo de las tres erres, ahora elevadas al cuadrado, tiene como propósito enfrentar ese destino fatalista. No creo que sea por ahí el camino, ese no es el mar en el que queremos sumergirnos, por el contrario, pienso más bien que hay que quitarle centralidad al tema de los logros y las dificultades de la gestión gubernamental con miras a las elecciones. Esa gestión simplemente se debe ejecutar con eficiencia, siempre y para todos los venezolanos. Disculpándome por la simplificación reductora: la basura debe ser recogida, en Catia y en la Lagunita.


Donde los revolucionarios debemos colocar el centro de nuestro esfuerzo es en la lucha por la ocupación de los espacios institucionales del Estado burgués por parte del poder popular, cosa que es, en principio, una tarea subversiva, y por lo tanto no propia de la gestión gubernamental sino de los cuadros de la revolución, que son parte, sin duda, de esa gestión.


Para intentar desarrollar esta idea voy a dedicar una serie de ocho artículos de, más o menos una cuartilla (de ahí lo de los ocho cuartos) que, si no están dotados de gran profundidad, cosa nada fácil, por lo menos serán lo suficientemente breves y sencillos para ayudar a la discusión sin hacerse latosos, eso espero. Comienzo con este:


1.- ¿De que hablamos cuando hablamos de poder popular?


Transferir el poder al pueblo no significa gobernar en su nombre, que es lo que hacen las democracias burguesas, tampoco es que gente del pueblo que llegó a ser diputado, gobernador o alcalde gracias al voto popular, se mantenga fiel a él. Transferir el poder al pueblo es liquidar la estructura del Estado burgués, y sus leyes, sustituyéndolo por el Estado socialista donde no hay parlamentarismo con su división de poderes, que es el argumento con el que se quieren legitimar los que gobiernan en representación del pueblo, sino un régimen (con la erre arrastrada) comunal donde las asambleas populares, con delegados que no estén dotados de ningún derecho a la permanencia, ejerzan directamente el gobierno ejecutivo, legislativo y controlador en cada ciudad, y esos gobiernos de las ciudades (que incluyen aldeas y caseríos) estén presentes, con sus delegados no permanentes, en una asamblea nacional popular. Esa es la revolución, no otra cosa.


Y digo que es una tarea subversiva no sólo porque hay que superar los controles del Estado burgués, sino porque hay que superar también los obstáculos que han surgido desde el propio seno del gobierno en revolución, cosa comprensible pues nadie que maneje alguna cuota de poder está dispuesto a soltarlo así como así. Nadie salvo los revolucionarios, y ellos no crecen silvestres ni los identifica una boina roja que tanto advenedizo porta por allí.


Por esos advenedizos aferrados al poder, los consejos que son propios de la organización del poder popular no han logrado avanzar significativamente. Los únicos que se han constituidos son los consejos territoriales, los llamados consejos comunales, y son apenas un reflejo de lo que se esperaba de ellos. Su conformación fue tutelada (cuando no secuestrada) por los intereses del alcalde, del gobernador o del ministro. Esos consejos, como dijo el Comandante-Presidente en algún momento, no pueden aparecer por decreto surgido desde arriba… tiene que ser como los manantiales… vienen brotando desde abajo, desde la tierra, las comunas deben brotar allá, desde la fuerza del poder popular… las comunas no son de Chávez, ni decretadas por el gobierno, ni por la ministra Farías, ni por el alcalde, ni por el gobernador, ni por el partido...


Peor es la situación de los demás consejos asociados a la formación y la producción, los consejos estudiantiles y los consejos de trabajadores apenas existen como germen (los sindicatos de la revolución, adecos de formación, no permiten estos últimos). Hay también razones objetivas que dificultan su conformación, pero, en las razones subjetivas nuestros propios funcionarios ejercen un gran peso. De ahí la gran importancia que tiene decirles a ministros, gobernadores y alcaldes, y ahora también a nuestros legisladores en esa asamblea nacional que pasó a ser lo que tenía que ser, que la mejor contribución que pueden hacer a la revolución es entender que no son ellos la revolución, que su tarea es revolucionaria si le ceden el paso, pero de verdad, al poder popular para que él pueda destruir esta vieja forma de gobierno de la que ellos forman parte.


Continuaré en cuatro días con…

2. Las tres patas para caminar al socialismo.


RUMBO AL ESTADO COMUNAL

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