229 AÑOS DE REBELION INDIGENA EN LOS ANDES
RECUPERANDO LA MEMORIA COLECTIVA DE NUESTRA HISTORIA
En las memorias del tiempo, un tiempo que se nos antoja huraño y lejano, se recobran los sentidos, aparecen en los genes la sangre de quienes ofrendaron su vida y su sangre y envilecieron al tirano en una aciaga etapa de nuestra historia.
Comuneros, indigenas, esclavos, negros y mulatos, a lo largo y ancho del territorio del Abya yala nos brindaron sus gritos libertarios; y ahora, despues de tantos años, todos y cada uno de ellos recobra vida y se levanta...
Ya no es lejana la memoria, se hace presente y nuestramerica recobra el tiempo perdido por la segunda y definitiva independencia.
Eduardo Galeno nos inserta en el Cuzco, la ciudad sagrada de los Incas; Micaela Bastidas y Jose Gabriel Condorcanqui Noguera (TUPAC AMARU II) Brindan su grito de rebeldia como lo hiciera Jose Leonardo Chirino por estas tierras y los comuneros por los andes de la gran Colombia.
Vaya pues un homenaje a quienes han brindado y señalado con su sangre y su ejemplo los caminos de libertad; a los miles de amarus, a las miles de Micaelas, de Zambos y de comuneros y comuneras.
MEMORIAS DEL FUEGO
LAS CARAS Y LAS MASCARAS
1781
Cuzco
El centro de la tierra,
la casa de los dioses
El Cuzco, la ciudad sagrada, está queriendo volver a ser. Las negras piedras de los tiempos antiguos, muy apretadas entre sí, muy amándose, vencedoras de las furias de la tierra y de los hombres, andan queriendo sacudirse de encima a las iglesias y palacios que las aplastan.
Micaela Bastidas contempla el Cuzco y se muerde los labios. La mujer de Túpac Amaru contempla el centro de la tierra, el lugar elegido por los dioses, desde la cumbre de un monte. Ahicito espera la que fuera capital de los incas, color de barro y humo, tan a mano que se podría tocarla.
Mil veces ha insistido, en vano, Micaela. El nuevo Inca no se decide a atacar. Túpac Amaru, el hijo del Sol, no quiere matar indios. Túpac Amaru, encarnación del fundador de toda vida, viva promesa de la resurrección, no puede matar indios. Y son indios, al mando del cacique Pumacahua, quienes defienden este bastión español.
Mil veces ha insistido y mil veces insiste Micaela y Túpac calla. Y ella sabe que habrá tragedia en
Cuzco
De polvo y pena son los caminos del Perú
Atravesados de balazos, los unos sentados y los otros tendidos, aún se defendían y nos ofendían tirándonos muchas piedras... Laderas de las sierras, campos de cadáveres: entre los muertos y las lanzas y las banderas rotas, los vencedores recogen una que otra carabina.
Túpac Amaru no entra en la ciudad sagrada a paso vencedor, delante de sus tropas tumultuosas. Entra en el Cuzco a lomo de mula, cargado de cadenas que se arrastran sobre el empedrado. Entre dos filas de soldados, marcha a la prisión. Repican, frenéticas, las campanas de las iglesias.
Túpac Amaru había escapado nadando a través del río Combapata y lo sorprendió la emboscada en el pueblo de Langui. Lo vendió uno de sus capitanes, Francisco Santa Cruz, que era también su compadre.
El traidor no busca una soga para ahorcarse. Cobra dos mil pesos y recibe un título de nobleza.
(183 y 344)
1781
Cuzco
Auto sacramental en la cámara de torturas
Atado al potro del suplicio, yace desnudo, ensangrentado, Túpac Amaru. La cámara de torturas de la cárcel del Cuzco es penumbrosa y de techo bajo. Un chorro de luz cae sobre el jefe rebelde, luz violenta, golpeadora. José Antonio de Areche luce ruluda peluca y uniforme militar de gala. Areche, representante del rey de España, comandante general del ejército y juez supremo, está sentado junto a la manivela. Cuando la hace girar, una nueva vuelta de cuerda atormenta los brazos y las piernas de Túpac Amaru y se escuchan entonces gemidos ahogados.
Areche.—¡Ah rey de reyes, reyecillo vendido a precio vil! ¡Don José I, agente a sueldo de la corona inglesa! El dinero desposa a la ambición de poder. ¿A quién sorprende la boda? Es costumbre... Armas británicas, dinero británico. ¿Por qué no lo niegas, eh? Pobre diablo. (Se levanta y acaricia la cabeza de Túpac Amaru.) Los herejes luteranos han echado polvo a sus ojos y oscuro velo a su entendimiento. Pobre diablo. José Gabriel Túpac Amaru, dueño absoluto y natural de estos dominios... ¡Don José I, monarca del Nuevo Mundo! (Despliega un pergamino y lee en voz alta.) «Don José I, por la gracia de Dios, Inca, Rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y continentes de los mares del sud, duque de
Túpac Amaru (Alzando a duras penas la cabeza, abre los ojos y habla por fin).—Aquí no hay más cómplices que tú y yo. Tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte.
1781
Cuzco
Micaela
En esta guerra, que ha hecho crujir la tierra con dolores de parto, Micaela Bastidas no ha tenido descanso ni consuelo. Esta mujer de cuello de pájaro recorría las comarcas haciendo más gente y enviaba al frente nuevas huestes y escasos fusiles, el largavistas que alguien había pedido, hojas de coca y choclos maduros. Galopaban los caballos, incesantes, llevando y trayendo a través de la serranía sus órdenes, salvoconductos, informes y cartas. Numerosos mensajes envió a Túpac Amaru urgiéndolo a lanzar sus tropas sobre el Cuzco de una buena vez, antes de que los españoles fortalecieran las defensas y se dispersaran, desalentados, los rebeldes. Chepe, escribía, Chepe, mi muy querido: Bastantes advertencias te di...
Tirada de la cola de un caballo, entra Micaela en
1781
Cuzco
Sagrada lluvia
El niño quiere volver la cabeza, pero los soldados le obligan a mirar. Fernando ve cómo el verdugo arranca la lengua de su hermano Hipólito y lo empuja desde la escalera de la horca. El verdugo cuelga también a dos de los tíos de Fernando y después al esclavo Antonio Oblitas, que había pintado el retrato de Túpac Amaru, y a golpes de hacha lo corta en pedazos; y Fernando ve. Con cadenas en las manos y grillos en los pies, entre dos soldados que le obligan a mirar, Fernando ve al verdugo aplicando garrote vil a Tomasa Condemaita, cacica de Acos, cuyo batallón de mujeres ha propinado tremenda paliza al ejército español. Entonces sube al tablado Micaela Bastidas y Fernando ve menos. Se le nublan los ojos mientras el verdugo busca la lengua de Micaela, y una cortina de lágrimas tapa los ojos del niño cuando sientan a su madre para culminar el suplicio: el torno no consigue ahogar el fino cuello y es preciso que echándole lazos al pescuezo, tirando de una y otra parte y dándole patadas en el estómago y pechos, la acaben de matar.
Ya no ve nada, ya no oye nada Fernando, el que hace nueve años nació de Micaela. No ve que ahora traen a su padre, a Túpac Amaru, y lo atan a las cinchas de cuatro caballos, de pies y de manos, cara al cielo. Los jinetes clavan las espuelas hacia los cuatro puntos cardinales, pero Túpac Amaru no se parte. Lo tienen en el aire, parece una araña; las espuelas desgarran los vientres de los caballos, que se alzan en dos patas y embisten con todas sus fuerzas, pero Túpac Amaru no se parte.
Es tiempo de larga sequía en el valle del Cuzco. Al mediodía en punto, mientras pujan los caballos y Túpac Amaru no se parte, una violenta catarata se descarga de golpe desde el cielo: cae la lluvia a garrotazos, como si Dios o el Sol o alguien hubiera decidido que este momento bien vale una lluvia de ésas que dejan ciego al mundo.
RED NACIONAL DE COMUNEROS
POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
RUMBO AL ESTADO COMUNAL
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