martes, 8 de marzo de 2011

En ocasión del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer

En ocasión del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer
el Martes, 08 de marzo de 2011 a las 12:25

Para celebrar – conmemorar este día de tanta significación para todas las mujeres del mundo y muy especialmente para las venezolanas; quiero comenzar señalando que en tanta literatura y prensa escrita que hemos visto a través de todos los años transcurridos, desde tantas páginas heroicas escritas por mujeres de esta patria, muy poco se ha dicho o lo han hecho de forma muy vaga, acerca de los esfuerzos y sacrificios de tantas camaradas y de otras militancias, que ofrecieron en aquellos largos 10 años de dictadura perezjimenista desde 1948 a 1958.

La década de los 50, para nosotras, la han dejado en un hueco negro, en un limbo. Yo, y lo asumo, afirmo sin temor a equivocarme, que se debe a que quienes han reseñado aquellos importantes como nefastos sucesos, han sido hombres machistas – valga la redundancia –. En los libros, los héroes – y lo reconozco – son hombres. ¿Cómo negarlo? Los líderes destacados, perseguidos, presos, asesinados por la policía política del régimen, fueron hombres. Pero, no es del todo cierto, cuando, simultáneamente las mujeres fuimos recogiendo las banderas y marchando al frente de los compromisos que nos imponía la lucha por las libertades y nos desempeñamos al igual que ellos en la organización política, en el trabajo en los barrios y fábricas; a la hora de “enconchar” a aquellos camaradas que eran buscados “vivos o muertos”; fueron mujeres quienes los trasladaban – exponiéndose a los mismos riesgos – de la “concha” a cualquier sitio y los regresaban con toda responsabilidad. Las mujeres corrimos la misma suerte que ellos en todos los sentidos: pues hasta prisión y torturas resistimos llegado el caso, y para lo cual, habíamos sido preparadas. No poseo la cifra de cuántas mujeres pasamos por las cámaras de tortura, para luego permanecer por años en distintas cárceles del país, en las peores condiciones, hacinadas, incomunicadas; muchas dejaron sus hijos pequeños, otras como yo, con sólo 20 años, fui expulsada a Panamá en 1955, de allí, pasé a México hasta 1958; algunas, ancianas, como el caso de las militantes comunistas españolas Celia María Suárez González y Consuelo Herrera, fueron deportadas.

Las madres, las hijas, las hermanas, las esposas y las novias de los presos – hombres – llegaron a ser una red que interactuaba, reuniendo los organismos políticos a los cuales pertenecían, organizando círculos de estudio, haciendo trabajos con los jóvenes (en 1953 se fundó la Unión de Muchachas Venezolanas U.M.V., primera organización de muchachas a nivel nacional, que fue presidida por Esperanza Vera), con los obreros y hasta con los niños; creando juntas pro – mejoras en los barrios, esas fueron tareas que decididamente realizaron las mujeres con tanta efectividad que no dudo en afirmar con orgullo, se contribuyó al derrumbe más rápido de la tiranía que oprimía la patria.

Hablo en primera persona y no podría ser de otra manera, ya que solo así puedo avalar cuanto digo: Poseo reconocimientos de la Juventud Comunista de Venezuela, de la Junta Parroquial de El Valle, un Consejo Comunal, la Orden Argelia Laya entregada por Inamujer, la Orden Josefa Camejo concedida por la Gobernación del Estado Falcón, y una Condecoración de la Presidencia de la República, en la que, junto a otras camaradas, se nos declara “Heroínas Venezolanas”. Pero yo quiero expresar que, tanto la madre que soporta un allanamiento en su casa, o en el ranchito allá en el cerro, y vio y sintió cómo maltrataron al hijo o hija, rompieron colchones, tiraron libros y papeles, revolvieron baúles, escaparates o cajas; y se llevan esposado con las manos hacia atrás, cual delincuente, a ese hijo o hija, dejándola a ella llena de insultos, y en el desamparo y la desesperación: ¡Es una heroína!

Son heroínas todas aquellas que, hoy dolorosamente ya fallecidas, muy jóvenes se enfrentaron a los esbirros en las frías madrugadas al regar propaganda contra el gobierno, al hacer pintas en las paredes, y cuántas veces llevando en sus bolsos, paquetes de Tribuna Popular clandestina o cualesquiera otro material subversivo, que de ser registradas, tenían garantizada una larga sesión de torturas y encarcelamiento por tiempo indefinido. ¡Gloria a todos nuestros héroes y heroínas!

Pero quedamos aún muchas de nosotras, quienes debemos rescatar el sitial que nos corresponde y exigir de quienes nos invisibilizaron que siendo honestos consigo mismos, reconozcan que sin la participación de las mujeres no hubiera sido posible el 23 de enero de 1958, o al menos no en ese año.

Debo señalar con tristeza que he leído sesudos trabajos de investigación y de denuncia, escritos por destacados, respetados y admirados líderes del P.C.V., en los cuales se da detallada cuenta de muchos presos, torturados, enviados al campo de concentración de Guasina, expatriados, confinados, etc., y no aparece ni un solo caso de mujer. ¡Y hubo tantas!

Se que cuando yo caí presa en 1954, la Juventud Comunista y el P.C.V. hicieron una campaña denunciando que estaba siendo torturada y cuando en 1955 me expulsan del país, también se denunció. ¿Cómo es entonces que, por ejemplo, mi nombre no está en el libro “Diario de la Resistencia y la Dictadura 1948 – 1958” de Guillermo García Ponce y Francisco Camacho Barrios, al lado de el del camarada Luis Emiro Arrieta con quien fui deportada?

Un caso emblemático y el único que aparece reseñado en el mismo libro, es el de Carmen Luisa Ortega, la joven estudiante novia del Capitán Wilfrido Omaña, vilmente masacrado el 29 de septiembre de 1952 en una emboscada que le tendió la Seguridad Nacional con 75 hombres al mando de Braulio Barreto, alias Barretico; víctima de la traición de su amigo y compañero Capitán Tirado Alcalá. Carmen Luisa Ortega, la novia del Capitán ultimado fue detenida esa misma noche; permaneció más de tres años secuestrada en la Cárcel Modelo de Caracas. La muchacha, inocente, había servido de enlace para que el Capitán Omaña acudiera a la cita con la muerte.

Hoy les propongo a todas las que quedamos, sus hijas, nietas, a las y los que quieran sumarse, hagamos un compromiso: Elaboremos un censo de todas las mujeres revolucionarias, las que ya no están y las que aún podemos aportar datos para la reconstrucción de la historia. Nuestra propia historia.





Yolanda Villaparedes

1villaparedes@cantv.net

2 comentarios:

  1. Rindo tributo a la mujer comunista, la que sacrifico todo, hasta su propia vida, por construir una sociedad de iguales, rindo tributo a la proletaria de los proletarios, las explotadas, que con sus manos marcadas por el esfuerzo dibujan sonrisas eternas e historias de emancipación!

    ResponderEliminar
  2. totalmente falso barretico no era el jefe

    ResponderEliminar