sábado, 14 de marzo de 2015
LA DERECHA VENEZOLANA ENTRAMPADA EN SU ODIO
El imperialismo norteamericano pone en juego su absurda y desquiciada política guerrerista, al ver que el pueblo venezolano ha derrotado, una tras otras, las artimañas de las que se ha valido, usando una desfigurada y cada vez más debilitada y fragmentada oposición, para escamotear el proceso soberano y revolucionario iniciado por el Comandante Chávez y continuado valientemente por Nicolás Maduro.
Declarar a EEUU en emergencia por la amenaza, que según ese guión tramposo, representa nuestro país, no es, si no, la artimaña del gobierno norteamericano para poner a prueba su naturaleza hegemonista, su enfermiza manía de creerse dueño del mundo y mostrar desvergonzadamente su capricho por controlar las economías de los países, que según la doctrina Monroe, aun vigente en su decadente modelo, pertenecen a una periferia de donde ha succionado riquezas y recursos a partir de el colaboracionismo de gobiernos sumisos.
Chávez comenzó a golpear ese esquema unipolar sobre el que se ha erigido la dominación imperial en estos tiempos, impulsó un modelo multipolar, una nueva geopolítica, donde el respeto a la soberanía de las naciones constituyera principio en la interrelación necesaria. América Latina comenzó a despuntar, y ya no era la solitaria y digna resistencia de un pequeño país como Cuba, que ha soportado victoriosamente años de bloqueo económico, si no que una oleada de frescura política se abría paso por sobre el pantanoso y opresivo laberinto neoliberal. Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, entre otros, acompañaron a Cuba y Venezuela en una gesta heroica, donde el discurso anti imperialista, democrático, de respeto a la soberanía y sus pueblos fue abonando el camino hacia la unidad e integración latinoamericana. Ante el ALCA, surgió el ALBA y espacios de encuentro se forjan al calor de una nueva visión del integracionismo político, económico y cultural de los pueblos y gobiernos de estas latitudes. Organismos como el CELAC, la UNASUR, PETROCARIBE, entre otros, se erigen como bastiones donde una voz se alza por sobre el hegemonismo que EEUU viene ejerciendo desde la ONU o la OEA.
Y no es que en esos nuevos foros internacionales, surgidos del esfuerzo de cada nación para superar las dificultades acarreadas por una voracidad sin fin del mercado (rostro inequívoco del capitalismo), todos los gobiernos comulguen con el socialismo, con la transformación radical de la sociedad. No, cada sociedad anda en la búsqueda de nuevos derroteros para saldar deudas sociales en un continente arrasado por tiranías, gobiernos dictatoriales, recetas fondomonetaristas, pero cada experiencia, desde su perspectiva, ha encontrado la manera de acompañar y hacerse acompañar en la compleja construcción de modelos que se acerquen cada vez más a los anhelos de un pueblo deseoso de una participación más protagónico en el diseño de su destino. Esto al parecer no es bien visto por quien desde la Casa Blanca, siempre observa con preocupación y con muy explicitas maneras de doblar el brazo a quien no entre en su plan, ese que pretende “canalizar” los destinos de los pueblos del mundo.
Para hacer valer su voluntad, cualquier artilugio sirve de pretexto. En la década de los 60 la acusación de comunista bastaba para aplicar la intervención directa o por encargo(los costos humanos y materiales de tal condena imperial son incontables), luego la acusación de narcotraficante fue la otra escusa. Recientemente el discurso antiterrorista, alimentado con autoatentados, con financiamiento a facciones que fomentan esta práctica ha configurado una plataforma para apretar el dominio en el mundo árabe, asegurándose el control del negocio petrolero en esos territorios.
Ahora el supremo juez, el máximo tribunal del planeta pretende trasgredir hasta la propia geografía, y borra de un plumazo todo precepto de derecho internacional para situarse como quien desde su poderío imperial ordena a los gobiernos lo que debe hacer o no, determinando quien es merecedor o no de alguna medida judicial, de alguna medida de gracia, de algún beneficio o condena.
Pero desde América Latina soplan vientos preocupantes para quienes habían pregonado la tesis del “fin de la historia” y creyendo que habían derrotado en la frustración y la flexibilización ideológica a los movimientos sociales y a las izquierdas, los pueblos, como ave fénix regresan por lo que le corresponde en esta fase de su devenir cual espectro luminoso de lo que Carlos Marx refirió como el “fantasma” recorriendo los rincones del mundo. Los aletazos se hacen sentir ya en la vieja Europa, y Grecia lanza señales de esperanza, al igual que en España, iniciando así un camino duro y complejo entre las fuerzas del conservadurismo y los cambios necesarios. Esto tampoco le cuadra mucho al imperialismo norteamericano, quien además tiene sus tormentos con los rusos, los chinos, los iraníes, y otros tantos que aprovechan coyunturas para abrirse paso hacia una nueva correlación de fuerzas.
Esto al parecer no lo entienden los recalcitrantes sectores de derecha venezolana, quienes en este momento crucial, cuando Obama en nombre de la “verdadera mano que mece la cuna” declara que Venezuela representa una amenaza y deja suelto así los perros de la guerra, quienes tienen la nefasta herencia de muerte acumulada en episodios tan inhumanos como el lanzamiento de la bomba atómica, el exterminio de pueblos, el aniquilamiento incluso de sus propios ciudadanos.
Esta llamado oposición venezolana, extraviada en sus ambiciones, enfrentada en sus contradicciones, ha caído en una especie de trampa con la jugada, y muy mala jugada, que su socio del norte ha lanzado sobre el tablero. En el seno de los sectores oposicionista se debaten entre aplaudir la grosera injerencia extranjera y salirse por un costado del dilema, para insinuarse ante el creciente sentimiento de unidad nacional, como defensores de un nacionalismo raquítico. No niego que algunos, los que desde algún tiempo vienen distanciándose del radicalismo extremista expresen muestras de rectificación, a otros, el odio, el revanchismo le impedirá situarse en el lado que la historia y el patriotismo les demanda.
Hasta la alta jerarquía católica ha calificado como ”inaceptable el injerencismo de EEUU contra Venezuela” por las consecuencias que puede tener contra el pueblo venezolano. Otros dirigentes por su parte se desmarcan del silencio cómplice que guardan los más connotados líderes de la llamada Mesa de la Unidad, y se atreven a colocar, desde su libertad de pensamiento, puntos a favor de la soberanía que pretende con prepotencia mancillar la bota imperial.
El partido Bandera Roja, que otrora formara parte de la izquierda venezolana y hoy le hace comparsa a las más enfermizas tesis contrarrevolucionarias, se empantana en desviaciones y confusiones ideológicas, que sin duda, le inclinan hacia el lado de la traición y la inmoralidad. Para justificar su vacilante pose, pretenden, a esta hora de amenaza real del imperialismo norteamericano, colocar en el mismo horizonte de confrontación táctica al gobierno chino o al gobierno ruso y bajo el pretexto que debemos enfrentarlos por igual, pierde de vista las particularidades que adquiere la dinámica geopolítica del momento, haciendo con ello un flaco servicio a su supuesta postura anti imperialista. Es tan pro injerencista tal postura que, entre algunos de los comentarios que se hacen en la cuenta de una persona que difunde el comunicado oficial de este partido a través de las redes sociales, se puede leer lo siguiente: “que vengan los gringos y nos invadan pana y seamos una colonia americana y puntoooo”, por supuesto, comentario que no forma parte del comunicado, pero que deriva del empastelamiento ideológico de una agrupación que perdió la brújula para las más cruciales coyunturas del país.
Así pues, usted podrá observar cada uno de los matices que se exhiben desde una oposición que cada vez demuestra su incapacidad para hacerse referencia válida, incluso para quienes alguna vez aspiraron liderazgos políticos racionales o por lo menos enmarcado la defensa de los más sagrados intereses de la patria.
En todo caso, con lo mucho que queda por debatir y definir dentro del campo revolucionario en procura de fortalecer la construcción del socialismo, tenemos plenamente ubicado al enemigo principal de nuestro pueblo y los pueblos de América y ese no es otro que el imperialismo norteamericano, del que Bolívar dijera que estaba destinado a “plagar de hambre y miseria a la América en nombre de la Libertad” y el que más recientemente nos declaro como su “amenaza inusual” para preparar así su fórmula de guerra, que seguramente no distinguirá entre chavistas y opositores.
13 de marzo de 2015.
Por Nelson Ures
Militante de la Red Nacional de Comnuner@s
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