domingo, 8 de marzo de 2015
El peligro real de quedarnos sin campesin@s
Por Profesor Arnaldo Guédez
"El reto que deben enfrentar (…) las comunidades campesinas consiste en dejar de ser motivo de turismo revolucionario y de curiosidad malsana, para intentar salvar sus tradiciones con frecuencia muy valiosas" (Roger Bartra).
En artículos anteriores hemos escrito sobre el problema de la migración en Venezuela, haciendo énfasis en el movimiento de grandes porciones de la población del campo a las principales ciudades y centros urbanos. Las estadísticas demuestran estas tendencias en los últimos cincuenta años, la movilidad de campesinos y campesinas hacia los grandes centros poblados ha sido un problema recurrente.
Todos estamos conscientes de la forma cómo este fenómeno ha afectado a la economía y a los diversos sectores productivos del país y entre ellos, especialmente la agricultura y en consecuencia al grupo social que la ejerce: los campesinos.
Resulta realmente impactante este problema de la humanidad, que obedece a la lógica creada por el sistema capitalista pues desde sus primeros tiempos provocó el éxodo de los campesinos para convertirlos en obreros asalariados.
En Venezuela, en menos de 50 años, más del 80% de la población se desplazó de tal forma que a mediados del recién finalizado siglo XX, se percibía la tendencia de que los sectores vinculados a las actividades agropecuarias se desplazaban rápidamente a las zonas urbanas. Los campesinos se redujeron, pasando a ser en términos numéricos, una población pequeña en relación con los pobladores de las zonas urbanas y peri urbanas.
Si tomamos en cuenta los problemas que han obstaculizado el desarrollo agrícola y la expansión de éste, podemos mencionar la no aplicación de leyes contra el latifundio, pocas inversiones en infraestructura, falta de seguridad social en los sectores campesinos, pocos servicios y políticas que garanticen seguridad en los precios; todo esto hace que el problema se complejice cada vez más.
Para hacer un ejercicio del comportamiento poblacional en Venezuela, tomaremos los siguientes datos de los censos de 1941-1981; referente a la población ocupada ubicada en zonas agrícolas para la década de 1940, con una población de 1.240.682 hab. ocupadas, sólo 635.600 hab. se dedicaban actividades agropecuarias. Para la década de 1950 con 1.599.368 hab. ocupadas, la población agrícola pasó a 704.704, esto significó un aumento de la población en % y también en la actividad. Para la década de los sesenta la población ocupada en las actividades agrícolas en Venezuela era de 2.042.546 hab. siendo los agricultores sólo 721.203 hab. Para la década de 1970 con una población agrícola ocupadade 2.978.227 hab. la población agrícola ocupada en Venezuela era de 611.536 hab. productores. Para la década de los ochenta la población ocupada en el campo aumenta a 4.547.445 hab, pero sólo 533.006 hab. se ocupaban de las labores relacionadas con la producción de alimentos. Otro dato interesante es el siguiente: la población rural entre el período 1930-1990 se mantuvo durante todo este periodo en un rango menor a los 3000 habitantes, mientras que el área residencial urbana se elevó a más de 20.000 habitantes, registrándose un ascenso vertiginoso en la gráfica de crecimiento de la población del área residencial urbana con relación al área poblacional rural, es decir, el crecimiento rural se estancó por más de seis décadas.
Como puede notarse, la población dedicada a la agricultura en las tres primeras décadas tomadas como referencia, tiende a mantenerse o a decrecer proporcionalmente con el crecimiento bruto de la población. Hay que denotar como dato interesante, que en la década donde tiene un leve incremento la actividad agrícola es en el periodo de la dictadura de Pérez Jiménez, luego comienza el declive.
Dos variables que podemos considerar son el aumento de la población agrícola ocupada general y la cantidad de habitantes dedicados a labores agrícolas. Para la década de los ochenta según los datos del Banco Central de Venezuela, sólo un tercio de la población se encontraba dedicado a la agricultura, no queriendo decir esto que vivan en el campo, si notamos las cuatros décadas analizadas, el comportamiento de la población en el medio rural o dedicadas a la agricultura, aumentó de un millón en 1940, a cuatro millones y medio para 1980, pero los habitantes dedicados a las labores de producción de alimentos, se redujo comparativamente con el crecimiento total de la población ocupada en labores agrícolas y pecuarias.
El problema no puede analizarse sólo desde la perspectiva poblacional en el sentido estricto de la palabra, -aunque ello es importante-, el mayor impacto de este problema radica en la pérdida cada día más acentuada de la cultura del trabajo, de la cultura campesina, es decir, de la vida campesina y con ella su tradición de trabajo, que es en sí misma, la ciencia de producir alimentos.
Como lo define Marc Bloch, el campesino es un cultivador, ello implica que es un individuo o comunidad que dedica gran parte de su vida material y espiritual a la delicada y noble labor de cuidar y producir con esmero alimentos. Además, la relación con la tierra le da una característica de clases claramente definida, especialmente en Latinoamérica se consideraba al campesino como una clase social revolucionaria, ligada estrechamente a los procesos de liberación nacional.
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