Por: Nelson Ures. Red Nacional de Comuneros y Comuneras Lara
Esta sobre el tapete el debate
sobre la construcción del Estado Comunal, y quienes no nos limitamos solo al
debate, si no que estamos ejerciendo desde la praxis política la construcción
de las Comunas estamos obligados a alzar nuestras voces, emitir nuestras
opiniones por los medios que tenemos a nuestro alcance.
Las visiones más conservadores se
ruborizan cuando desde las experiencias que desarrollamos en el estado Lara,
por ejemplo, siendo activistas de la Red Nacional de Comuneros, hablamos de autogobierno
comunal, instalamos los Parlamentos Comunales, o desarrollamos proyectos socio
productivos. Sus iracundas poses se hicieron aun más vehementes cuando el
Presidente Chávez exhorto en un Consejo de Ministros para que se acelerara la
construcción de estas instancias del poder popular y hasta amenazó con eliminar
el Ministerio del Poder Popular para las Comunas por la incipiente labor
impulsada al respecto.
Algunos han generado la matriz de
opinión que lo que se busca con la promoción del estado Comunal es el
desmantelamiento de las Alcaldías y más allá de eso, las Gobernaciones.
Las ocultas razones de ese temor
habitan no solo en quienes defienden la trampa de la llamada “democracia
representativa” ya sin cabida en nuestra Constitución, pero aun con destellos
en la mentalidad y la cultura de muchos, incluso dentro de funcionarios que se
dicen revolucionarios e igualmente tiemblan cuando perciben el avance del poder
popular.
Señores, si algo tiene la historia,
es su indetenible marcha transformadora, y sabiendo que ella en palabras de
Marc Bloch es “la ciencia de los hombres en el tiempo” y las
instituciones políticas, todas surgidas de circunstancias históricas
determinadas y en cuya esencia vibra la hechura humana, estas también están
sometidas a los cambios, a las transformaciones , y para nadie es un secreto
que hoy nuestro país, el mundo entero vive tiempos de profundos cambios.
No es que las Comunas, surgidas
del calor y participación del pueblo, erigidas sobre una economía que marcha
hacia lo comunal, impactando los medios productivos y por tanto el modo de
producir, se plantee como objetivo el desmantelamiento de las Alcaldías como
simple tarea. Nuestros objetivos son superiores, pues la propia palabra
democracia, en su significado profundo desde tiempos griegos es participación
del pueblo y eso de por si es superior. No es que el Gobierno Bolivariano de la
noche a la mañana decretará la desaparición de Alcaldías, sustituyéndolas por
Comunas como han querido hacer ver algunas voces manipuladoras.
Asumimos que las instituciones
políticas se someten, igual que todo lo contenido en el tiempo y el espacio de
la historia, a transformaciones. Transformaciones que pueden tener recorridos
transitorios donde convivan diferentes formas de ejercer el poder, pero su
permanencia o no dependerá de la capacidad que tenga dicha institucionalidad a
adecuarse a los cambios en este caso impulsado por una presencia más activa y
protagónica de ciudadanos y ciudadanas.
Incluso, la propia Ley orgánica
de las Comunas en su artículo 9 dice: “…el ámbito geográfico donde se
constituya la Comuna, podrá coincidir o no con los limites políticos
administrativos de los estados, municipios o dependencias federales, sin que
ello afecte o modifique la organización política- territorial establecida en la
Constitución de la República”
Como ven, pueden, por ahora, dormir tranquilos
quienes se desvelan con “ese fantasma” que ya recorre la nación venezolana…”el fantasma del poder
popular”, y dejemos que la historia haga su oficiosa labor transformadora.
Las leyes, el estamento jurídico
de una nación germina frondoso a partir de realidades que construye la gente.
Las instituciones que surgen de esas leyes tienen también su proceso, tienen su
tiempo histórico.
Vean ustedes las instituciones
surgidas de la dominación colonial española como la encomienda, los pueblos de
doctrinas, las Villas, los Virreinatos, todas desaparecieron…desaparecieron
también las instituciones esclavistas. Todas esos saltos, precedidos y empujados
a partir del accionar humano en el tiempo,
han dado paso a otras instituciones, algunas han experimentado reacomodos y se han colado en
nuestro presente y moribundas resisten la ebullición de la historia; el Cabildo
español es una de esas piezas históricas que dejó su impronta en la
institucionalidad capitalista y el pesado fardo de la representatividad le
aleja cada vez más de una avasallante realidad signada por un pueblo que avanza
hacia su plena participación. Hasta donde se mantendrá en pie…no sabemos,
nosotros, pueblo llano, pueblo mil veces invisibilizado, sencillamente hacemos
lo que nos corresponde.
Así que no se trata de entrampar
el debate en el mero y simplista escenario de sustituir una institución por
otra. Se trata de estar al lado de la dialéctica, de las transformaciones y
esas transformaciones hoy más que nunca tienen el signo de la participación.
Las instituciones políticas, las
leyes, así como las creencias y hasta aspectos de la cultura son parte de la
superestructura de una sociedad, y si tomamos uno de los principios más
vigentes del marxismo plasmado en la
Crítica a la Economía Política según lo cual “…No es la conciencia de los
hombres la que determina la realidad; por el contrario la realidad social es la
que determina su conciencia”, la tarea es incidir sobre esa realidad, una
realidad labrada en el seno de profundas contradicciones que dan cuenta de
cambios y revoluciones originando las
regulaciones y formulas necesarias para que
la sociedad pueda seguir su curso, ascendente, si las fuerzas que se
activan rompen con viejos esquemas, agotados ya para proveer mejores
condiciones de existencia de la gente.
En consecuencia si la formula es
optimizar los niveles de participación del pueblo en el ejercicio de asuntos de
Estado, para decirlo con una frase muy utilizadas por “ilustradísimos” defensores del sistema representativo, la
idea entonces sería promover “ la
perfectibilidad de la democracia”. Por qué entonces satanizar la propuesta
presentada en el Plan Patria por el candidato ganador categorizada como Estado Comunal, vinculado este, lógicamente , a la
construcción de comunas, iniciativa que según el artículo 10 de la Ley Orgánica
de las Comunas “…corresponde a los Consejos Comunales y a las organizaciones
sociales que hagan vida activa en las comunidades organizadas…notificando
de este acto al órgano facilitador”.
Varios aspectos se desprenden del
artículo citado: uno, la iniciativa corresponde a las organizaciones
comunitarias. Dos: la iniciativa no es exclusiva de Consejos Comunales, si no a
organizaciones activas de la comunidad (es incluyente), y tres: a la
institucionalidad, que en este caso es el Ministerio del Poder Popular para las
Comunas se le notifica, no se le pide permiso, no es quien autoriza, si no que
facilita el proceso.
Desde esa perspectiva podemos
observar como la franja que relaciona al poder constituyente (el pueblo)con el
poder constituido (instituciones) es extremadamente respetuosa, prudente,
dialéctica, para evitar contaminar un proceso que nos debe conducir,
cualitativamente a una elevación del ejercicio del poder del soberano
contemplado en la Constitución de la República.
Ahora bien, las experiencias que
desde la Red de Comuneros conocemos, con sus aciertos y errores, apuntan hacia
la activación de modelos de economía que privilegian lo colectivo, asumiendo el
día a día de los desafíos y contradicciones que ello implica, forjando desde la
colectivización de los medios de producción una nueva cultura, un nuevo ser
humano, más solidario, menos individualista y por ende enfrentado al modelo
capitalista que fundamenta su existencia en la propiedad privada.
Es allí donde está la principal
razón de que oligarcas tiemblan cuando reviven en la praxis del pueblo las
sabias formulaciones de Bolívar, de Simón Rodríguez, de Zamora.
El gobierno revolucionario se
construye desde abajo, con el pueblo. No nos extrañe eso de autogobierno, es
tan sencillo como las normas y mecanismos que deben concurrir en una familia
para conducir por buena senda a sus miembros, en el marco de de las leyes
generales que se comparten con el resto de la comunidad y el país. Así también
una comunidad, compuesta por familias e individuos obrando en colectivo
ejercerían su autogobierno, que “… como entidad local con una memoria histórica
compartida, rasgos culturales, usos y costumbres, que se reconocen en el
territorio que ocupan y en las actividades productivas que le sirven de
sustento y sobre el cual ejercen los principios de soberanía y participación
protagónica como expresión del Poder popular…”( art. 5 LOC).
Culminaría esta modesta reflexión
con una frase de un gran poeta venezolano, la cual cada vez mas entiendo su
dimensión. Se trata de nuestro Aquiles Nazoa, quien dijera en una oportunidad
que “cuando el pueblo se organice el canto vendrá solo”.
8-11-2012
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