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domingo, 16 de noviembre de 2014
El hombre y su laberinto societario
Por Arnaldo Guédez, Historiador y Profesor Universitario
Tal vez desde que aquel lejano antropoide del cual descendemos, partió del África con un destino incierto, puede que nunca antes como en el presente la humanidad se haya encontrado en circunstancias tan singulares.
Es evidente que asistimos al quiebre civilizatorio, estamos en presencia de una aguda crisis de un sistema creado por el hombre pero que terminó gobernándolo, y alejándolo como lo manifestó el filósofo francés Juan Jacobo Rousseau, de aquello que le es indispensable para vivir: la felicidad.
Hay elementos que evidencian que estamos en presencia de un quiebre civilizatorio. En primer lugar, se podría hablar de la inviabilidad e insostenibilidad del sistema económico hegemónico en el cual vivimos, el mismo se ha vuelto contrario a la especie humana y ahora pone en peligro hasta su misma existencia en el planeta. La sociedad del consumo ha llegado a su límite, ya está agotando las reservas energéticas planetarias. No haré referencia a datos estadísticos, porque nuestros lectores los conocen y ante éstos uno no sabe realmente si reír o llorar. En segundo lugar, está el sistema ideológico que soporta el modelo que gobierna a la humanidad, él carece de elementos profundos, no se sustenta en un pensamiento que pueda sostenerlo más allá de la simple cotidianidad y presenta insuficientes principios y valores que lo soporten más allá de un futuro extremadamente cercano, es decir, vivimos tiempos del día a día, con muy poca posibilidades de futuro.
Esta situación genera en el hombre una impresionante visión pesimista de la vida y de la historia, que es su historia misma. Nunca como este momento de la humanidad caen por tierra teorías, principios, creencias, tratados económicos e ideologías; la actitud de la humanidad ante el peligro evidente de una tercera guerra con el uso de armas de destrucción masiva, o la indiferencia ante plagas como el ébola y otras que aún no son tan publicitadas, es sencillamente pasmosa.
Hoy como en ningún otro momento de la humanidad, es tan latente el peligro de acostarnos una noche y dormir dulcemente a nuestros hijos, y sencillamente al día siguiente –que suponemos sea el siguiente-, en verdad no lo sea y el planeta desaparezca con ese milagro de la naturaleza infinitamente frágil al cual hemos denominado vida, al que pareciera despreciamos a cada rato. Hoy por hoy los que se han arrogado el derecho "de administrar el mundo" sin el consentimiento nuestro, declaran la guerra sin ningún estupor, invaden países sin medir las consecuencias y se ufanan de poseer las más temibles y terribles armas que según ellos, pueden destruir la vida en el planeta en tan sólo escasos minutos. Estos imbéciles pretenden adueñarse sin autorización alguna de la obra monumental que a la naturaleza le costó crear millones de años.
No voy hacer inventario del daño causado a la tierra por los "sicarios del mal", así como tampoco me referiré a la cantidad de ojivas nucleares que estos desquiciados dicen poseer, quizás sean muchas más de las que declaran, ojalá sean menos. Lo cierto es que el peligro está sumamente latente, por eso es que a veces, al salir a la calle nos ponemos un traje optimista para que no se nos note la profunda incertidumbre que nos agobia, al saber que el futuro de la humanidad se encuentra en manos de unos psicópatas que juegan a la guerra, pero con la diferencia que sus soldaditos son de carne y huesos, al igual que los niños, hombres, ancianos y mujeres son nuestros hijos, somos nosotros, nuestras mujeres y tal vez nuestros amados abuelos.
La lógica de la concentración es la que domina la vida de hoy, el tener y acumular para luego desde el poder, crear una sociedad a su imagen y semejanza, es la fórmula más alocada que caracteriza al mundo contemporáneo. Una realidad que impusieron los teóricos y la dinámica de una propuesta que nació en la vieja Europa con la Modernidad y la Razón.
Hoy urge un pensamiento distinto con referentes que tributen al valor de la humanidad completa y enteramente pensada, por encima de los intereses mezquinos de las corporaciones político-militares y comunicacionales que imponen su tiranía sobre la mayoría de una humanidad, que asiste ciegamente al teatro oscuro del consumo sin límites.
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